Thursday, March 30, 2006

Saturday, March 11, 2006


Prólogo

Gómez tenía cuatro años, y por más que sus padres intentaran que sacara la voz, ya el último tiempo incluso con doctores... no había caso.
To
mando en cuenta que los niños normales comienzan sus primeras conversaciones a los dos años, y que luego del balbuceo inicial, logran finalmente hilar ciertas frases, lo del niño Gómez era preocupante, a los dos años no había pronunciado ni siquiera el típico papá, o mamá y seguía mirándolos a todos con una indiferencia atroz. Los padres, como es obvio, a estas alturas habían intentado todo para provocarlo, llegaron incluso a gritarle en la cara, a lo que Gómez respondió mirando hacia otro lado.
Hasta que finalmente abrió la boca, era un domingo y sin mediar ningún intento infructuoso, dijo la palabra mierda, luego éxito, luego horror.




• C R I A N Z A



CAP 1



Casas portátiles, dijo Julio, lugares que el usuario puede acarrear, ir de paseo por ejemplo, mientras un mecanismo diminuto hace el trabajo pesado de limpiarlas y cambiar el aire mientras la portas. Y cuales son esos mecanismos, le preguntó Lucy a Julio una vez dentro del centro educacional para alumnos deficientes mentales. Es simple, dijo Julio, presionas un botón diminuto que esta muy bien resguardado en la superficie, algo así como el botón maestro de la casa, y listo, activas la sección de aire que la modela y una bujía se encarga de la presión; tan simple y a la vez preciso, que si se hecha a perder, lo mas probable es que ni siquiera puedas rearmarla y tengas que llamar a un especialista para que lo arregle. Oye, y porque todavía no se han comercializado, dijo Lucy, bueno porque todavía no existen los recursos suficientes para ponerlas en marcha; a parte de lo complejo que debe ser hacerlas circular de manera industrial, también está que todavía no encuentran el mejor material aislante para resguardarla mientras caminas con ella. Ese tipo de casas se venderían solas, comentó Lucy, con las novedades que trae y como nos potencia ponernos mas y mas haraganes… o en realidad nómades, dijo Julio, pero el asunto es que no sería nada de barata, y la apuesta va en que la casa se venda de manera masiva, vender la propuesta para un mercado mas amplio que los millonarios, sino el asunto no se sostiene. Ah bueno, dijo Lucy, pero si la venden en serie, solo habría que esperar un tiempo para que baje abruptamente de precio, y como todo, al principio comienza con ciertas élites, y luego se masifica quedando para todos, podríamos mas temprano que tarde tener una. Pero Lucy, recuerda que hablamos de casas, no de máquinas para tomar fotos, o inodoros portátiles, una casa no puede venderse en serie así como así, porque entonces el paquete también tendría que tener instrucciones de armado… y eso podría resultar desastroso, tendrían que contratar o vender algún tipo de concesión para que empresas constructoras locales se sumen al negocio, y ahí tu sabes.
En ese momento abrieron las puertas de la primera clase, unos niños se peleaban rabiosamente la cabeza de una muñeca, otros buscaban en sus pantalones, cosas que a todas luces no iban a encontrar y la profesora, intentaba vanamente calmarlos. Denle la bienvenida a los invitados, decía… Julio y Lucy le dijeron que se sentara y que juntos esperarían a que se calmaran un poco la cosas, algo que parecía poco probable cuando a la pelea de la muñeca se sumaron unos cuantos mas y los que iban saliendo poco airosos de la contienda lloraban desconsolados. En una esquina, un niña sola contaba los segundos para un suceso que no conocía mas que ella, otra se miraba en un espejo trizado, pero nadie absolutamente nadie noto la llegada de estos dos nuevos integrantes momentáneos del espacio en común, nadie excepto una pequeña niña que con un hilo de saliva colgando de su pera, le pregunto a Lucy por su nombre, ella la miro y sonriendo le dijo, me llamo Lucy, la niña dijo, ah…, y luego se quedó mirando a Julio como sin saber si preguntarle lo mismo o no. Y así se quedó unos cuantos minutos mas, hasta que un compañerito casi le arranca un brazo pidiendo un besito, un besito, dame un besito decía.
Julio miró a la profesora y esta le devolvió una mirada como diciendo: no te preocupes, lo sé y estoy agotada, nadie me dijo que esta deficiencia los convertía en vándalos, luego le dijo: no saben lo violentos que pueden llegar a ser, y aquí me refiero a niños y a niñas, los dos por igual, ayer una alumna le arrancó una mata de pelo enorme a otro niño y otro le saco un diente de un manotazo a una compañera que miraba tranquila por la ventana. Lucy intentó trabar conversación con una de las niñas, le pregunto: ¿que haces?, y esta después de mucho tiempo, como si le pregunta hubiera quedado trabada en un intermedio extraño, como si antes todos y cada uno de lo sonidos hubieran tenido que pasar por un traductor imaginario que le transmitía a un receptor también imaginario, ciertos mensajes lejanos, como de humo, le respondió muy seria: recorto páginas de revistas. Ah que bien, le dijo Lucy, ¿y que tipo de revistas?. Actualizó a clave Morse, y con algo de fastidio, como si pensara que con el primer esfuerzo bastaba a las insinuaciones de esta extraña, le dijo, (intercalando ciertos ruidos extraños como si le faltara el aire) que eran revistas de moda. Un pequeño silencio, luego la niña se largó con un discurso prácticamente indescifrable, pero que Lucy alcanzó a agarrar como si fueran ciertas frases que uno escucha en la tele en un idioma extranjero y que logra apenas asimilar, porque el idioma no es tan diferente al propio, como por ejemplo lo que sucede entre el portugués y el español. La niña le decía que quería ser modelo, que ya tenía todo preparado para cuando estuvieran listos los vestidos que mandó a hacer, que se había preparado muchísimo y si para poder lograrlo tenía que apartarse de esta tropa de trogloditas, y aquí se callo por unos segundos y comenzó a mirar con despecho, incluso odio, a sus compañeros, luego continuó: si tengo que apartarme por completo, lo haré, todo sea por mi sueño, dijo mirando a ninguna parte en particular.
Lucy pensó en la palabra cultura, no supo bien porqué.
¿cuantos años tienes?, le preguntó, seis, respondió la niña. Eres linda, dijo Lucy, ahí la niña sonrió enseguida, mostrando dos grandes orificios donde deberían ir dientes, y una lengua rara, como enrollada sobre si misma con ayuda de venas marcando quizás demasiado el límite con la parte blanda y esponjosa, como si tuviéramos el esqueleto fuera de la piel. Julio le dijo a Lucy que mirara hacia una esquina.







CAP 2


Un pequeño chico arrodillado en la esquina; muy flaco, parecía dormir, pero tenía los ojos abiertos. Hojas en blanco en el piso, y lápices, muchos lápices.
Que es eso le preguntó el niño adelantándose a lo que ellos podían preguntarle, ¿qué cosa?, dijo Lucy, eso que llevas ahí, dijo el niño, (apuntaba al hombro) ¿esto?, si, si. Esto es un bolso, dijo Lucy, lo ocupo para guardar y acarrear las cosas que necesito. Ah… dijo el niño desilusionado, pensé que era otra cosa. Después el niño volvió a sus papeles borroneados y con una mueca de desagrado continuó con sus dibujos. No parece deficiente mental, le comentó bajito Lucy a Julio.
¿Como te llamas?, le preguntó Lucy. Gómez dijo el niño, ¿Gómez? dijo Lucy, pero ese es un apellido, cual es tu primer nombre. Ese es mi nombre dijo el niño de ocho años con voz de niño de ocho años. Lo siguiente fue poner cara de: por favor, déjenme tranquilo.
Julio se alejó y Lucy se quedó cerca, mirándolo, quería mostrarse amistosa, para que Gómez se sintiera cómodo con ella y luego, quizás, quisiera hablar o mostrarle sus dibujos. Julio se acercó a la profesora, y le preguntó porque Gómez estaba ahí si a todas luces parecía un niño normal, por lo menos su cara semeja la de un niño normal. Si, él en rigor no tiene síndrome de Down, pero es algo raro, no dijo sus primeras palabras hasta los cuatro años, y de repente le vienen ataques de furia incontrolables. Pero ahora parece hablar bien, de hecho le preguntamos su nombre y no tuvo problemas en responder. Si pero les dijo un apellido, ¿no?. Bueno eso lo encontramos raro, pero quizás no le gusta su nombre. No, ese fue el nombre que eligió cuando supo que estaba solo, cuando supo que sus padres lo habían dejado indefinidamente aquí. Lo sacó de la revista de Anita, un día se la robó quién sabe para que cosa, quizás para tener algunas imágenes que dibujar, cuando se topo con este personaje: Gómez, decía la revista, el tipo del que ustedes niñas tienen que huir…y como es ese tipo, Gómez…dijo Julio entre risas.
Si te interesa de verdad, (dijo la profesora intentando sacarse al niño que se había pegado a una de sus piernas) le puedes pedir su revista, ve siempre la misma, no tiene otras, así que ahí va a estar, sale algo así como: Gómez, ese chico extraño y retraído que termina por hacernos daño… claro que él no tendría como entender ese perfil, y probablemente la niña tampoco, pero al parecer lo que le gustó fue la foto que usaban para ejemplificarlo. Un tipo mirando de frente a la cámara con ambos lados de la cara completamente diferentes uno del otro, el lado izquierdo sonriente, tranquilo, pero el lado derecho expectante o confuso.
Julio no tenía muchas esperanzas de que la niña, (que ahora llevaba la revista bajo sus brazos, como quién lleva el periódico en la mañana dejando sus manos libres para el café o los panes con mantequilla) se la prestara. Decidió intentarlo igual.
Al mismo tiempo, la pelea por la muñeca había concluido, después de larga batalla, fue un niño quién se quedó con ella, pero al ver de que se trataba el botín, que por eso estuvo peleando... No supo que hacer, se quedó estático un par de segundos y luego dejó el juguete en el piso y partió corriendo hacia otro rincón de la sala.
¿Me prestas tu revista un segundo? dijo Julio, la niña lo miró como si viniera de otro planeta hablando en un idioma ininteligible y a la vez proponiendo, a través de gestos y tono amenazadores, algo que no podía ser sino otra cosa que guerra. Es solo un momento, insistió Julio, es para ver una foto y ya, todo lo decía con voz muy pausada remarcando las sílabas, como intentando ser lo mas claro posible, pero no había respuesta de la niña, solo cara de olvídalo. Se acercó la profesora y le dijo, ¿Anita, porque no le prestas tu revista un segundo a este amigo?, Anita se pudo a llorar de manera desconsolada. ¿Anita?… Ella miró primero a la profesora, luego a Julio y en cámara lenta pasó su revista. Lloró todo el tiempo que estuvo sin ella, pero la profesora le hacía cariño en la cabeza, mientras le decía a julio que se apurara.
Julio la abrió y al principio solo vio ciertos juegos infantiles, fotos, muchas fotos de adolescentes, incluso niños chicos posando. Hasta que finalmente en la página cuarenta, la encontró. Como una imagen de este tipo puede estar en una revista así, pensó. Era el tipo de foto que uno podría encontrar en publicaciones especializadas en neurociencias o algo por el estilo (conductas humanas sometidas a casos sicológicos extremos), las deformidades de la cara eran grotescas y el contraste con las demás fotos de niños sonrientes era por decirlo de alguna manera, absurdo, o macabro o quién sabe.
la miró de nuevo, los ojos fijos en la cámara, pero con una expresión intemporal, como si la indiferencia y el vacío de sus cuencas hubieran dado paso a un seguridad extraña sobre su persona. A Julio le intrigó, como es obvio, que un niño tan pequeño pudiera sentir atracción hacia una imagen como esa, volvió su cara hacía donde Gómez estaba y este seguía absorto en el bolso de Lucy.
Todo parecía excesivo en la imagen de la revista, las venas de la frente muy marcadas contrastando con las cejas delgadísimas, como una línea que te llevaba de inmediato a los costados asimétricos de la cara (una oreja claramente mas arriba que la otra) y luego los ojos muy abiertos pero inexpresivos. Cuanta indiferencia había en ellos, pensó Julio. Cerró la revista y se la entregó a Anita (quién al momento de tocarla de nuevo cortó su llanto en seco) y luego miró a Lucy que parecía haber conseguido que Gómez le mostrara uno de sus dibujos.








CAP 3

Lucy le preguntó porque era así, mostrando un papel pintado rojo el lado izquierdo y magenta el derecho. Gómez movió la cabeza diciendo que no sabía. La mayoría de sus dibujos eran solo rallas y borrones, Lucy se sintió un poco desilusionada, aunque Gómez no pareció notarlo.
En ese momento se acercó Julio, y se fijó en especial en uno, tenía pocos colores, y al tener la imagen anterior en mente, este podía ser el reflejo de un niño de ocho años de esa imagen. Y aunque podía verse bonito a primera vista, tenía en el fondo mucho de lo grotesco de la imagen de la revista, quizás en las formas y en la desproporción que luego de verlo detenidamente, comenzaba a hacer de alguna manera sentido. Sobre todo por el enchufe en una esquina.
Los dibujos parecían ir quedando tirados según estados de ánimo: los que mas le llamaban la atención, a los menos. Estos últimos quedaban irremediablemente bajo un flota de otros, y ese que le llamó la atención a Julio era uno de los relegados, no supo que pensar cuando los que estaban arriba, eran en su mayoría papeles arrugados sin formas reconocibles. En uno Gómez había arrugado por completo el papel y luego en cada una de las uniones que quedaron, marcó un punto, por lo que el resultado final era una red intrincada de puntos sin orden aparente, pero este era el que mas le gustaba, de hecho cuando Lucy se acercó para tomarlo, por verdadera curiosidad, por que de estético el dibujo no tenía nada, Gómez detonó un pequeño chillido, que sostuvo el tiempo que Lucy demoró en alejarse, ese no, ese no. ¿Porque?, preguntó Lucy, solo quería tomarlo. Porque no, dijo Gómez, ese no.
En otros dos que parecían haber sido hechos el mismo día, Gómez dibujó un circulo sobre fondo blanco, y un cuadrado sobre fondo blanco, los papeles impecables, sin ningún borrón, ni suciedad. Lucy le preguntó si sabía lo que era un círculo, o un cuadrado, Gómez la miró, luego de un momento dijo: no se, ¿que son?. Lucy se quedó helada, ella sabía lo que era un círculo también un cuadrado pero ante la mirada de ese cabro chico no supo que responder, ¿sabía en realidad?, la palabra le pareció extraña por un momento, no atinó mas que a mostrarle sus propios dibujos, apuntó al que tenía el círculo y le dijo que ese era un círculo y después apunto al que tenía el cuadrado y lo mismo, Gómez no respondió.
Después de un rato, tomó todos sus papeles y se fue a otro rincón, algunos dibujos quedaron desparramados en el piso, no podía llevarlos todos, pero después de una rápida mirada y comprobar que ninguno de los que se quedaron le importaba, partió tranquilo. Uno de esos fue el que le llamó la atención a Julio. Se lo quedó.








CAP 4

El centro era un casona vieja remodelada, desde la calle no veías nada y eso a primera vista estaba bien, porque después de caminar por calles repletas de árboles con ramas extrañas y diversas, veías los edificios que envuelven la calle y resonaba la palabra asco. Construcciones mediocres, hechas en muy poco tiempo, y pensadas para durar poco también, la mayor cantidad de personas posibles, apelmazadas en espacios mínimos.
Del exterior, lo único que podías ver del lugar donde posiblemente estaba la entrada, era una continuación de los árboles de la calle, algunos repletos de hojas, otros mostrando nada mas que su esqueleto.
Al entrar, un largo pasillo con puertas a ambos costados, luego un vestíbulo de triple altura con claraboyas diagonales que tomaban por un lado mucha de la luz de la mañana y por otro, también la luz roja y espesa de la tarde. Las refracciones y los rayos alcanzaban a llegar a las bocas de las diferentes vías posibles que a partir de ahí podías tomar. Del techo colgaba una lámpara con varios huecos en su pantalla, que proyectaban sombras de diferentes proporciones en los muros.
En planta, la construcción se basaba en un corredor principal que la cruzaba por completo, desde al acceso principal hasta un patio trasero y que distribuía según diferentes tipos de intersecciones hacia los otros recintos de la casa.
Y por dentro, este era un edificio particular, sus paredes eran blandas, tapizadas de esponja como las paredes de algunos siquiátricos, (antes de esta medida, algunos alumnos tuvieron la ocurrencia, que concretaron, de azotar sus cabezas contra los muros). Los pasillos eran angostos, como si tuvieras que sentir angustia, para luego contrastarla de lleno en las dos amplias salas, que no eran en realidad salas, sino que espacios redondos y herméticos, donde los niños se sentaban cada tanto y un profesor o profesora les enseñaban a hablar, cosa que en general, resultaba francamente imposible.
Los niños viven aquí y no salen mucho, y lo que mas les sorprende son los árboles.







CAP 5


Lucy y Julio se quedaron mirando los otros dibujos, pero se puede decir que no entendieron nada, muchas rayas sueltas y poca composición pensaron, también pensaron: a este niño le falta orden.
Gómez que en ese momento, finalmente se había instalado tranquilo en otra esquina, fue molestado por un compañerito que le tocaba el pelo por la espalda y luego se escondía tras algún mueble, el truco era malísimo y Gómez se dio cuenta enseguida de quién era, pero trató de obviarlo hasta que el otro se cansara, pero la tercera vez se dio vuelta y el otro solo alcanzó a quedar cubierto a medias por una planta, entonces Gómez dijo su nombre y el niño lloró, a lo que Gómez respondió tomando sus papeles y partiendo fuera de la sala ante la mirada atónita de la profesora que solo alcanzó a decir: hey, no...no, también ocupada de otro niño que no paraba de levantarle las faldas a sus compañeras y luego sonreír como un psicópata sexual de ocho años. Gómez de repente se encontró en el pasillo, no tenía idea que haría pero tenía sus dibujos y la verdad es que la calma que había afuera lo sorprendió. mucho tiempo ahí dentro pensó, mucho tiempo. Quedó en medio del corredor que cruzaba por completo la casa, y pensó en las dos posibilidades que tenía, hacia su derecha, el patio trasero o a su izquierda, el vestíbulo. Se quedó estático intentando escuchar que pasaba adentro de la sala, y no logró oír nada, tomó su izquierda y la oscuridad y estrechez del corredor le molestó un poco, no se ve nada, pensó y luego siguió caminando. Gómez, sin haberlo concientizado todavía, pensaba en los lugares a través del tipo de iluminación que tenían, sus oídos luego su olfato tenían esta premisa como primer factor para luego adaptarse.
No tenía mas que sensaciones y cada vez que le hablaban mucho rato, el se quedaba quieto, muy educado pretendiendo escuchar, pero la verdad es que perdía fácil el hilo de lo que le decían, miraba los rasgos de la cara, las pequeñas deformaciones en los labios, esas pequeñas arrugas que se propagan en ciertos sectores dependiendo de la intensidad de las frases o como encajan la lengua entre los dientes expulsando pequeñas cantidades de aire en forma de palabras. Gómez generalmente se perdía en la mitad, o la gente no respiraba hablando muy rápido, o al revés, lentos, confundiéndose y teniendo que empezar de nuevo. Era muy confuso, y odiaba imaginándose a si mismo con esos gestos al momento de tener que abrir la boca.
Con los lugares, todo dependía de la iluminación que encontraba para poder hacer sus dibujos, muchas veces la profesora intento instruirlo sobre los tipos de iluminación, sobre la luz natural o la artificial, pero el podía darse cuenta fácilmente sin verbalizarlo, cuando estaba bajo el influjo de una lámpara o cuando la iluminación le llegaba desde algún ventanal, la segunda daba mas calma, no vibraba de manera tan nerviosa. En la hoja de papel blanco, las texturas, las sombras que reflejaba el lápiz sobre el papel eran distintas y sobretodo la apariencia de la tinta, su humedad.
Eran las dos de la tarde cuando Gómez llegó al vestíbulo de triple altura y supo instantáneamente que ahí se quedaría, lugar completamente vacío, luz llegando desde la dirección que el traía del corredor, iluminando desde un vértice del techo hasta el opuesto en el piso. Las sombras lo hacían parecer curvo cuando en realidad el espacio era cuadrado. Sobretodo las sombras de la lámpara colgante, sus reflejos eran algo que Gómez, en todo el tiempo que llevaba ahí, jamás había visto. Era como si recortaran el muro que reflejaban con cientos de formas diferentes y dependiendo de la intensidad de las sombras, el espectro de grises llegando al negro.
Gómez con su seriedad usual quedó asombrado, mas bien estático mirando la escena, y sintió algo de vértigo en medio del silencio.
Cuanta calma que había olvidado estando siempre atento a su alrededor, con sus oídos siempre funcionando y asimilando los ruidos de sus compañeros, porque por mas que estuviera concentrado en sus dibujos, tenía que estar siempre atento, alerta. Ahora extrañeza, detalles, podía mirar hacia delante sin pensar tanto en la espalda.
Cada segundo pequeños movimientos y cambios en la intensidad de la luz, Gómez sabía de la existencia del sol, y sabía que este estaba en constante movimiento y también que era redondo, como el planeta en el que vivía, todas lecciones recibidas en algún momento, Gómez recordó el ejemplo que usó la profesora para mostrarles todo eso, como habían pintado pelotas plásticas para la ocasión y como luego de eso, uno de sus compañeros ansiosos que sin entender nada de la lección, tomó la pelota pateándola directo a la cara de otra compañera; como todas, esa lección también terminó en llanto generalizado.
Intentó imaginarse el movimiento del sol y como provocaba estos tenues cambios en la iluminación, Aunque sabía que esta esfera era realmente enorme, no pudo recordar sus magnitudes ni en que dirección se movía, pero daba lo mismo, la escala en este momento era otra, y la presencia de esas sombras era suficiente para sus ojos todavía inexpertos y en buena hora ingenuos.
Se sentó en una esquina y comenzó a dibujar lo que veía, era un gran cambio, todo el tiempo dibujando lo que imaginaba, pero ahora tuvo la certeza de que nada de lo que pudiera dibujar, se comparaba a lo que sus ojos veían en ese momento afuera, entonces, intentar capturar la escena era un desafío mucho mas grande que evadirse en su propia imaginación.






CAP 6


Lucy y Julio salieron del centro, afuera la luz roja de la tarde comenzaba a ponerse azul oscuro y violeta. Antes de llegar a la calle pasabas por un camino curvo, muy corto, rodeado de pequeñas plantas de colores y ramas entrecruzadas, pero Lucy y Julio caminaban como autómatas a través de el, sus cabeza desfasadas en un tiempo anterior; Gómez sentado en el piso del vestíbulo, una línea de sombra se comenzaba a apoderar de su cara y sus ojos miraban fijo, pero nerviosos un punto indeterminable del techo, ellos intentaron provocar un contacto pero no pudieron. La calle los devolvió al presente, filas interminables de autos repletando la avenida, ---pequeños agujeros centrados en ninguna parte, ¿qué dices?, bueno que el riesgo es lo único que queda---.
<>Edificio-departamentos replicados por toda la cuadra, algunos comenzaban a encender sus pequeñas habitaciones al tiempo que la capa de ruido ambiente seguía su movimiento denso alrededor de la calle, las micros tomando y dejando pasajeros, un reloj en altura marcaba las seis de la tarde.
<>Vendedores ambulantes ofreciendo a gritos la última tirada del día, guardias husmeando desde sus casetas y conversando por walkie talkies. Al centro del cuadro un predicador sermoneando sobre la redención y la (esta última palabra, apenas se escuchaba por una ambulancia que pretendía cruzar entre la fila de autos, parece que era ¿bondad?), también hablaba de liberación, se escuchaba ahora mas claro: expurga de nuestros corazones el mal y revierte la crueldad y el odio, libéranos, libéranos...
Desde el octavo piso, una señora que no alcanzaba a escuchar la teleserie, le lanzó agua de una cubeta, luego volvió adentro de su departamento. Por al frente del predicador, pasaba una mujer con vestido negro, zapatillas, camisa blanca bajo una parka larga y ajustada a su cuerpo, que intentó no mirar al predicador y luego diez metros adelante su cabeza giró primero hacia la izquierda, luego a la derecha y cruzó la calle. Justo encima, antes de que ella saliera de la vereda, una luz intermitente en el segundo piso de un departamento, pulsos cortos y fragmentados saliendo de una fuente nerviosa como un explosivo denso y lleno de humo hacia tu cara. Adentro, un niño de seis años, mirando sonriente los cortocircuitos, junto a su hermana chica rodeados de todo tipo de dulces y chocolates, sus cabezas activadas (o adormecidas dependiendo de quién mire) en el concurso de cuatro a seis •tus horas con el tío tito ©.
<>Julio cerró un segundo los ojos, Lucy miró hacia su izquierda, vio el número 184 en una micro con ocupantes colgando y el conductor lanzado en una discusión Inter.-micros con un colega que intentó cruzarse de improviso a recoger unos pasajeros en el paradero próximo, lo que se decían, silenciado por el ruido ambiente, no alcanzaba a llegar a los oídos de nadie, pero los gestos manuales daban un mensaje claro.
<>
<>Lucy preguntó, ¿caminemos?
<>







CAP 7


Gómez dibujaba arrebujado en un rincón, muy tranquilo, sin preocuparse en absoluto como quedaban los dibujos, quería abarcar lo máximo posible y luego ver que quedó de todo eso. Después se detuvo en un punto específico de la habitación. Miraba y luego interpretaba sobre el papel, con calma, pero lo hacía de manera automática, como si los trazos ya estuvieran sellados en su cabeza. Al revés de lo usual, de adentro hacia fuera y no de afuera hacia adentro, como si esa misma escena la hubiera estado dibujando toda su vida.
Gómez a sus ocho años ya sabía que nada duraba mucho tiempo, pero no lo había experimentado todavía de esta manera.
Muchas veces dejaba de hacer lo que tenía entre manos por simple pereza o enojo al ver los resultados, tenía, como todos, marcos de tiempo limitado en los que abarcaba cierta cantidad de actos, luego de eso, generalmente el ruido de la sala o el enojo con la respuesta de sus manos lo detenía. Pero tanto para cualquiera como para Gómez, este inicio y correspondiente fin, eran algo normal, de hecho muchas veces partía pensando en cuanto demoraría en terminar, y le quedaba claro que estas eran las peores tareas que llevaba a cabo.
También ya había concientizado cierta lógica de los movimientos, si un compañero partía desde un punto de la sala y nadie lo interrumpía, llegaría finalmente al otro costado que estaba de acuerdo con la dirección que había elegido al principio, cosa muy simple pero que lo perturbaba mucho, sentía con frecuencia, necesidad de ver la escena detenida por completo, la cabeza marchando en calma mientras lo demás, queda instantáneamente convertido en una fotografía. Paroxismo que no alcanzamos a imaginar del todo, pero que intuimos como un misterio. Gómez fantaseaba con estas naturalezas muertas, dibujar bien los detalles y rehacerlos hasta que se diluyeran.
Algo similar ocurrió ese momento en el vestíbulo. El punto que Gómez eligió dibujar, quién sabe porque razón, se mantenía constante a pesar de los cambios continuos en la luz que entraba del techo (roja por el costado izquierdo (Oeste) y amarilla y azul desde la calle y los edificios), su movimiento y las sutiles variaciones en la mezcla de los rayos incidentes y reflejados no alcanzaban a tocar ese punto sino solo como una ambientación de fondo, como una textura.
Gómez miraba los granos, algunos teñidos de rojo, otros mas bien amarillos, también la mezcla, pero era solo eso, el ritmo aparentemente sin orden de la superficie.
Luego de mirar su hoja y hacer una línea, volvió la vista y un naranjo extrañísimo se apoderó del encuadre, como si antes la mezcla hubiera pasado por un azul, pero tomando solo los lugares en que este reflejaba violeta. Notó que el resultado era un efecto de profundidad, un hueco en el muro generando atracción por el simple hecho del cambio de plano, ahora todo lo demás constante pero ese punto hundiéndose y aislándose. Gómez entrecerró los ojos, salió del vacío del vestíbulo y enfocó su vista nada mas que en ese hueco saturado de capas, luego abrió sus ojos por completo dándose cuenta que en esa fracción mínima de tiempo, el conjunto mutó por completo, las capas perdieron todas sus diferencias, la imagen como un conjunto ordenado y homogéneo dando como resultado el blanco mas brillante que el hubiera visto jamás, al principio le choqueó, pensó que sus ojos no estaban viendo bien; Las diferencias con el muro ya no eran por contraste, sino por saturación.
>Blanco?, si el espacio esta lleno de otras luces, pensó Gómez, y luego sintió un ruido que venía de la derecha, el blanco desapareció, las claraboyas se llenaron de diferentes sombras y Gómez intentó recobrar el momento anterior. Pero los ruidos se intensificaron y en el muro solo un plano homogéneo de sombras como una capa espesa y sin movimiento. Una voz preguntó algo, pero el se mantuvo quieto intentando descifrar que había pasado, luego se apenó de su insignificancia, toda la atención en algo diminuto que al segundo siguiente ya no esta mas. Solo le quedó cierta idea inconclusa sobre el blanco.
Volteo pesadamente su cabeza hacia la derecha y vio las espaldas de Julio y Lucy saliendo por la puerta principal.








CAP 8

Julio y Lucy llevaban algunas cuadras caminando, sus reflejos en los vidrios de una farmacia, y en la calle solo podías ver una continuación infinita del taco. Algo bello hubiera sido plantar una bomba y ver como florece, pensó Julio.
En un momento vieron a una pareja teniendo sexo, podríamos decir haciendo el amor, pero mirando como la mujer tomaba de la cabeza al hombre, era claramente una demostración de brutalidad y no de amor, pero me puedo equivocar, pensó Lucy, mirando coqueta a Julio.
Julio no hizo caso y puso sus ojos en la pareja, le dio algo de pudor su falta de escrúpulos exponiéndose así a través de los ventanales. Era un octavo piso y los dos miraban hacia la ciudad mientras se movían.
Se quedaron ahí alrededor de diez minutos, momento en que la pareja se dio vuelta y salió del marco de la ventana.
Lucy y Julio siguieron caminando, no dijeron nada por unos segundos. Julio tenía una expresión rara en su cara, como si recién se viniera a dar cuenta de la separación entre lo que alguna vez vió al respecto en la pantalla de su computador y la realidad.
Ambos tenían dieciséis años y todavía eran vírgenes, quizás podían haberlo hecho entre ellos hace tiempo, se veían prácticamente todos los días. Por lo menos Julio tenía claro que Lucy quería, pero el no se sentía cómodo, entonces... seguían esperando y pensando en eso mucho, pero tampoco, a pesar de las presiones sociales, o culturales se podía decir que estuvieran tan apurados. En todo caso para ambos, verlo en vivo y en directo aunque fuera a través de los vidrios de un edificio y en la distancia, fue, de alguna manera, chocante, no supieron si les había gustado o... Por lo menos no me dio asco, pensó Julio,¿o sí?.
¿Sigues con tu cabeza en eso?, dijo Lucy, no no… dijo Julio lo que pasa es que me quedé… bueno primera vez que lo veo en vivo y en directo. - (.)
Y te gustaría hacerlo en vivo y en directo?, Julio se sorprendió de lo directa que Lucy había sido, no supo que responder, ahora el parecía la mujer de ellos dos, la que se mostraba reticente, miró a Lucy, ella sonreía y no supo si le gustaba o…¿y adonde vamos? dijo Julio, podemos ir a mi casa, se apuró en decir Lucy, estoy sola hasta mañana.

Al principio estaba nervioso, la miraba y la encontraba hermosa, no solo por como coordinaba su cuerpo, sino por su manera de hablar, por como mantenía constante el ritmo de su voz, su tono subiendo imperceptiblemente al momento de querer remarcar alguna frase. Hablamos un rato sobre nada en particular, ella me preguntó hace cuanto tiempo vivía ahí, un par de años, le respondí. Tengo un historial algo irregular con mis hogares, dije, ella preguntó porqué, bueno porque llevo tanto tiempo cambiándome y moviéndome que al final olvidas estar tranquilo, pero aquí ya llevas dos años, dijo ella, si, tienes razón, pero no he estado exento de problemas, entonces siempre estás alerta. Ella me miró como pareciendo entender, o también podía ser que le importaba un carajo. Lo digo nada mas que para conversar, pensé, porque en el fondo a mi también me importa un carajo, sabía que ella mantendría mi cabeza, por lo menos un rato, muy alejada de todas esas preocupaciones.
¿Quieres tomar algo?.
¿Tienes cerveza?.
Saqué del refrigerador un par de cervezas heladas y le entregué una. Al recibirla se levantó del asiento y comenzó a darse vuelta por los ventanales, miraba atenta a la ciudad encendiendo sus luces, un cigarro en la mano izquierda y la cerveza en la otra, me dijo: deberías quedarte mas tiempo, la vista que tienes esta increíble. Me acerqué y le tome la cintura, ella dejó la cerveza en el marco de la ventana y corrió lentamente mi mano desde la cintura pasando por su estómago hasta llegar a sus pechos. La tela era suave y se ajustaba de manera perfecta a su cuerpo, no llevaba nada debajo y pude sentir los pezones comenzando a endurecerse bajo mis dedos, luego desabroche los dos primeros botones de la camisa y comencé a acariciarla muy lento, sintiendo como su piel se erizaba a medida que la recorría, deje la cerveza también en el marco y continué con ambas manos, mientras ella miraba por el ventanal hacia la ciudad (tenía que reconocerlo, de todos los hoyos en los que me había metido, este a pesar de sus instalaciones llenas de fallas y su curiosa ubicación, tenía esta vista que al principio ni siquiera tomé en cuenta pero que en verdad era asombrosa). Me acerqué un poco mas y presioné mi cuerpo contra el suyo, ella me tomó la cintura mientras mis manos continuaban excitando sus pezones. La redondez de sus pechos cabía justo en mis manos, podía alcanzar ambos costados con las yemas de mis dedos sin sacar en ningún momento la palma de ellas, esos márgenes a ambos lados del cuerpo fue lo primero que empecé a lamer. Sus gemidos se acentuaron levemente, pero todavía seguíamos en un plan previo, todavía cierto afán indiferente nos cruzaba a ambos, era como si jugáramos tranquilamente sin darle ninguna connotación a nuestros movimientos, claro que sabíamos en que terminaría todo esto, pero por ahora ninguno de los dos daba el paso definitivo y eso, por lo menos para mí, era perfecto.
Lentamente baje a su estómago, metí un dedo en su ombligo al tiempo que le vi una semisonrisa en el reflejo del vidrio, tomó mi mano y ambos abrimos el cierre de su falda, la que cayó al instante, mi pene completamente endurecido lanzando pequeños pulsos y palpitaciones por la presión de los pantalones y de su culo, leves mareos al sentir la excitación subiendo por mi columna, ella comenzó a besar mi cuello. Luego algunas partes de mi pecho, casi me corro cuando llegó a la cintura y abrió y luego bajo mis pantalones y ropa interior, puso una mano en mis testículos y los apretó levemente, luego los lamió y finalmente se puso mi pene lleno de venas a punto de explotar en la boca, de adentro hacia fuera, de adentro hacia fuera, y al terminar el recorrido, daba unos pequeños lengüetazos al glande.
No quería correrme en su boca, por lo menos no todavía, así que la detuve antes que eso sucediera. Luego la besé mientras pasaba mis manos por su culo y entrepierna. La voltee nuevamente hacia la ciudad y entré en ella, pase mis uñas por su espalda, partía por el cuello y la rasguñaba suave hasta la cintura. Su gemidos se adaptaban al ritmo de nuestro movimiento. Mi excitación era completa y tuve que hacer enormes esfuerzos de contracción para no irme enseguida, salí un segundo y ella me dijo que la sodomizara y así lo hice. Una mano afirmando y acompañando el movimiento de su pelvis y la otra en su clítoris.
Si al principio me dolió un poco, ahora mi pene corría completamente lubricado y mi placer era de alguna manera extraño, la forma de su conducto me apretaba fuerte la base, pero lo liberaba en la punta, como una especie de anillo que piensas que se ha quedado atorado en tu dedo. La penetré lo mas profundo que pude, los dos gritamos en una combinación de placer y dolor. Luego la tomé bruscamente de la cintura y la di vuelta de un solo movimiento, dejándola sentada en el sillón mas cercano, luego me puse abajo mientras ella se ajustaba a mi cuerpo. Para mi sorpresa y placer entró de un solo movimiento y comenzó a subir y a bajar enseguida, la miré a los ojos, y ella en una milésima de segundo los cruzó con los míos y luego los cerró, contrajo su cara y comenzó a moverse hacia los costados, movimientos laterales luego circulares. Después de haber estado en su culo, su vagina me pareció a la vez tierna y acogedora, ningún punto presionado mas que otro, sino que envolviendo y adaptándose al tamaño con ligera aspereza en un comienzo, después con completa suavidad, la afirmé de los muslos mientras comenzó a moverse mas rápido doblando su espalda hacia atrás, mi cintura sintiendo el peso de las embestidas, luego mi pecho, mi columna, mi cuello y finalmente el cerebro recibiendo señales combinadas de cansancio, placer y dolor.
Dijo que iba a correrse, me lo susurró en el oído en un pequeño lapsus en que el movimiento se detuvo casi por completo, solo leves presiones hacia atrás, traccionando mi pene hacia el lado opuesto de la erección, después de ese frase movió su cuerpo aún mas rápido que antes, primero suspiros y gemidos, luego gritos y finalmente alaridos de ambos, ella se corrió unos segundos después de mi con una especie de parálisis corporal, dobló su cuerpo de la cintura a la cabeza en un ángulo de 45 grados hacia atrás y ahí recibió los espasmos, dejó su cuerpo inmóvil, por lo que pareció ser mucho tiempo, pequeños escalofríos al tiempo que intentó moverse, yo la abracé y la atraje hacia mi, haciéndole cariño en la parte donde termina la espalda y comienza el culo, estaba bañada en sudor y el contacto con mi piel mas bien seca fue delicioso, estaba helada pero a la vez cálida y sus labios que se tomaron mi cuello lo recorrían torpemente mientras mis dedos paseaban por su nuca y su pelo.







CAP 9


Lucy llevó a Julio para su casa, pensó encantada que los dos finalmente perderían el asunto del que todo el mundo hablaba en su colegio, la maldita virginidad persiguiéndote hasta que te das cuenta que no es nada y que mejor, mucho mejor, es sacarte la tara de una buena vez. El problema, es que para este tipo de cosas nadie te prepara y tienes que estar totalmente convencido, y ella miraba a Julio y lo veía cada vez mas inquieto, como esperando el momento de salir corriendo y decir: oye sabes que no me siento muy bien, nos vemos mañana, o cualquier otra excusa lamentable. Pero se mantenía callado, de vez en cuando le sonreía, así que finalmente Lucy le atribuyó la confusión al nerviosismo.
Su virginidad era como la mantequilla que no puedes untar en el pan porque está demasiado dura, rígida y apelmazada; su cuerpo definitivamente tenía que deshacerse del lastre. Dieciséis años y la presión social inconsciente, pasándole la cuenta a tus hombros.
Lucy le preguntó a Julio si le pasaba algo, el dijo no, nada, no te preocupes, pero si quieres no lo hacemos, ¿o quizás mejor mas espontáneo?, bueno pero no me pongas nerviosa, no quiero hacerlo solo por cumplir, (o a estas alturas quién sabe), pero si tú no estás cómodo prefiero que no.
<>Sigamos caminando hasta tu casa, dijo Julio.
Al final de una larga calle, estaba finalmente la casa de Lucy, digo finalmente porque la cantidad de pensamientos que pasaron por la cabeza de Julio en ese momento eran por lo bajo miles. Era hombre y no tenía idea porque mierda se sentía así, miraba a Lucy y la encontraba, sino bonita, por lo menos muy bien, mejor de lo que el podía esperar, porque la verdad es que su autoestima era bastante precaria. Ella, por su parte, ya se había relajado, no seguía preguntándole nada a Julio sino que hablaba, de cualquier cosa, hablaba sola y luego se reía. Estaba a la vez confundida y excitada, Julio le gustaba, era alguien bonito, tímido, cariñoso y la verdad algo así como el peor es nada, pero después de todo uno que estaba bien. Si no resultó el príncipe, pasemos al plan B, el mejor amigo, que no haría gran asunto de todo esto y que lo mas probable es que fuera igual de inexperto que ella, así toda la presión saldría de sus hombros y quedaría atrapada en un lugar intermedio, en el que ambos podían actuar sin sentirse unos tontos.
Una puerta azul, rodeada de arbolitos, pasaje de casas pariadas y clonadas a la perfección. Julio bromeó sobre esto, le preguntó si alguna vez se había confundido, y Lucy le dijo que sí; una noche había llegado borracha y se preguntó mucho rato porque no le servía la llave para la puerta de entrada, lo intentó muchas veces y era muy tarde para tocar la puerta, por lo que esperó un momento en el patio y luego lo intentó de nuevo, pero en ese momento, su vecino abrió la puerta de un tirón, llevaba un revolver en su mano derecha y con la otra sostenía la manilla, luego se quedó helado dándose cuenta que era Lucy quién estaba en la puerta, ¡que haces aquí a esta hora!, dijo. Recuerdo que yo no tuve idea que decir, me dieron ganas de reírme de su pelo completamente revuelto y luego de borracha, me pregunté que hacía él en mi casa, pero no dije nada, me intimidó mucho la pistola, el se dio cuenta y la guardó, luego volvió a preguntarme que hacía ahí, y yo lo miré con quizás que cara de curada, y el me dijo, ¿por si lo olvidaste tu casa es la de al lado?, yo me reí como una tonta y dije perdón, perdón… el me preguntó si necesitaba ayuda para encontrarla, yo le dije balbuceando que no se preocupara. Finalmente, negando con la cabeza cerró la puerta y yo me di vuelta todavía segura que el equivocado era mi vecino y no yo. Cuantos años tenías, se apresuró en preguntar Julio, imaginándose, o por lo menos intentando imaginar la situación, tenía creo que catorce, y esa fue mi primera borrachera. A… dijo Julio sin saber que responder, sus manos le sudaban, y su cabeza no paraba de transmitir mensajes inconexos hacia las extremidades, la primera vez, la primera vez…se repetía sin decir nada.







CAP 10


Las ocho PM. era la hora de la música en el centro.
Un extractor en pleno vértice provocando un ligero ruido homogéneo cercano a la estática. Un triángulo isósceles serializado cubriendo todos los muros menos el piso, que era de madera y estaba cubierto por matas de polvo electrificado, que nadie se animaba a barrer cuando el show de todas las noches y mañanas de los niños las volvía a poner en escena.
--Eran las 7:59 cuando Gómez se coló silenciosamente al grupo en la entrada de la sala, llevaba sus papeles en una mano. La profesora lo miró con ligero reproche, pero Gómez no hizo caso y se concentró en la pelea que diariamente tenía que dar por quedarse con el piano.--
tiempo atrás, la punta de los triángulos isósceles fue un lugar de encuentro entre el mandante y el diseñador, el primero, preocupado por la seguridad de los niños con esas puntas filosas, el segundo apelando al buen gusto y otras chorradas más, pero en el fondo, lo que provocan, es que el sonido quede atrapado entre sus huecos, dijo, intentando borrar la cara de incredulidad del mandante, luego continuó: absorción que permite a las proyecciones no redundar, sino que solo cumplir la función de mezclarse y resonar con otras frecuencias que no son las propias, la idea es perder la mayoría de los ecos y hacer del sonido algo compacto y seco, en todo caso, el material es muy parecido a la esponja, concluyó el diseñador. El mandante entendió poco, o nada y al final desistió de seguir discutiendo. Para qué, tenía hambre, y la verdad la arquitectura, después de todo, lo traía sin cuidado, decidió confiar.
Varios instrumentos acústicos llenaban el espacio: una batería, xilófonos, cellos, un arpa, marimbas, un glockenspiel, un piano, guitarras, trompetas, campanas un acordeón, etc. Una pequeña orquesta a disposición de los niños deficientes mentales, entonces ustedes se pueden imaginar el ruido que hacían todos juntos en los 45 minutos que duraba por reloj la sesión, la profesora les decía desde ahora y ellos se largaban en una lucha infernal por agarrar cierto pedazo de presente, aunque no hicieran nada, algunos días, alumnos no tenían ganas de participar de la música pero si debían estar igual adentro, eran dieciocho alumnos y los instrumentos no alcanzaban para todos, así que la lucha que se mantenía, era una de aguantar y tolerar. Cuando el ruido era insoportable, algunos lloraban, entonces los llantos eran su respuesta como audiencia.
El sentido del presente se volvía tan intenso, en esos 45 minutos para los cabros chicos, que la sesión podía tener pequeños lapsos emocionantes. Aunque no tuvieran idea de la existencia de la palabra ritmo, por momentos la encarnaban de manera precisa, cada uno, con su ruido propio y voraz ensamblado con el de al lado, todos juntos siendo completamente individuales, pero finalmente logrando una unidad donde no existía el ego ni las pataletas, sino que cada cual estaba pendiente de no salirse de la estructura grupal; eso era quedar irremediablemente fuera. Solo inconsciencia, acción y reacción, manos enfurecidas manteniéndose a flote, al tiempo que la profesora, una antigua fumadora de marihuana y niña problema que luego de unos cuantos años vagando, quiso ponerse una mascara de parvularia y tranquilizarse con una sonrisa, (que aunque un poco forzada era una sonrisa al fin) no pensaba realmente en términos de gusto, en esas fracciones del día se guardaba cualquier indicación e intentaba ella también mantenerse, sobretodo cuando la falta de sincronía y de empatía entre los participantes se tornaba muchas veces insoportable. Como sabían que solo eran 45 minutos para echar afuera los ruidos que tuvieran dentro de si, no habían pausas, ni siquiera un segundo para recapitular y seguía el horror hasta que alguien chillaba o la profesora decía que los 45 minutos se habían acabado, ahí como si estuvieran amaestrados de manera perfecta o como zombies, cada uno dejaba su instrumento y salía junto a los demás fuera de la sala.

Cuando el centro todavía era solo una idea, uno de los financistas puso repetidamente hincapié alrededor de esta sala para la música, un capricho generado luego de ver, una tarde de domingo a su retoño mongólico especialmente receptivo con los ritmos y melodías que salían de la radio del living de su casa. Este hecho, en un día sentimental o melancólico del financista, terminó por conmoverlo al punto de gastar dinero y contradecir su primera regla económica cumplida en la totalidad de sus treinta años de carrera: no invertir en nada que no tuviera fines prácticos.
Pero eso fue hace muchos años, el niño había muerto trágicamente ahogado cuando se bañaba en la tina y el financista despechado por la muerte de su hijo y con mala racha en los últimos negocios, decidió cancelar los fondos de la sala. Pero mucho tiempo estuvo intrigado por la sonrisa que vio en el cadáver, la profesora de ese tiempo le dijo que murió luego de haber tocado infatigablemente la armónica en una de las sesiones nocturnas.
En el presente la sala había encontrado nuevos financistas.

Las sesiones actuales eran dos, una en la mañana y otra en la noche, justo antes de irse a acostar, y aunque no lo crean, los niños tienen un sentido desarrolladísimo de la costumbre, daba un poco lo mismo que hicieran durante el día, pero en la mañana y en la noche estaban claros con esos dos lapsos de 45 minutos en los que se sumergían por completo en la habitación, y como una era antes de irse a acostar, ya inconscientemente habían arraigado en alguna parte de su cabeza o estómago, que si el resultado era un desastre, pasaban noches pésimas, así que comenzaron a darle un carácter mas ambiental a esas sesiones nocturnas.
La mañana era un completo caos.

Al momento de abrir las puertas, se alcanzó a escuchar el no corran, no corran, usual de la profesora, Gómez se lanzó hacia el piano y vio que nadie iba a pelear por él, llegó incluso a sentarse y tocar un par de teclas cuando una niña sin ánimo de quitárselo se quedó mirando como lo ocupaba, después miró hacia el centro de la sala, y ahí estaban todos. Gómez y la niña se acercaron al tumulto, y se dieron cuenta que había llegado un instrumento nuevo, tenía teclas como el piano, alcanzó a mirar Gómez, pero también una especie de muro al frente de las teclas que el piano no tenía, vio también cables saliendo del muro. Los niños miraban hacia el aparato en una combinación de extrañeza y admiración. Se escucharon risas nerviosas cuando uno de los niños se animó a tocar algunas teclas y se escuchó el sonido de una batería, platos y cajas sonando al unísono. La profesora se adelantó y les dijo: este instrumento se llama s-i-n-t-e-t-i-z-a-d-o-r, y con él, no solo pueden tocar un tipo de sonido, sino cientos, de hecho miren: si aprietan con cuidado, (se arrepintió de decir con cuidado, generalmente cuando les hablaba así, ellos acostumbraban a hacer lo opuesto) volvió a decir, si aprietan aquí, pueden cambiar el sonido actual, y si antes teníamos una batería, bueno ahora tenemos un órgano, lo niños en conjunto emitieron un sonido de asombro. De hecho, continuó la profesora, también pueden desenchufar y reenchufar los cables de este panel, miren, varían este sonido sin necesariamente cambiarlo, ella probó y el órgano metálico y duro se convirtió en uno cálido y meloso.









CAP 11

A pesar del tiempo que se conocían, era la primera vez que Julio estaba en la casa de Lucy.
Sillones floreados rodeaban el living, al fondo el comedor y justo al medio, un pasillo que daba a las otras habitaciones. Cucharas y ceniceros decoraban la mesa del living y naturalezas muertas de pequeño formato lo rodeaban, cuadros casi idénticos apenas iluminados por las luces que alcanzaban a entrar de la calle, a través de la ventana al costado derecho de la puerta principal.
Lucy le preguntó a Julio si quería tomar algo, bueno dijo él. Lucy partió a la cocina y Julio se quedó mirando uno de los cuadros, tenía alrededor de 30 cm. de ancho por 20 de alto. Un paisaje bucólico, todas las líneas fugándose al centro donde se encontraba una casa vieja con luces encendidas en el segundo piso, estaba rodeada por esqueletos de árboles que acentuaban las fugas de la perspectiva. A pesar de que la composición del cuadro era muy simple, no quedaba claro si el camino que desembocaba en el casa, era en subida o en bajada. Lucy trajo dos vasos con jugo de la cocina, y le preguntó a Julio que hacía, Julio la miró y e…nada…dijo, solo miraba ese cuadro que está ahí, ambos lo miraron y Julio pensó que definitivamente el camino era en subida. Es horrible, dijo Lucy, a mi mamá le gustan y yo no paro de decirle que son todos iguales pero ella no me hace caso.
Ambos sonrieron mientras tomaban traguitos de sus respectivos vasos, ninguno de los dos sabía que decir, pero no era un silencio incómodo, mas bien uno tierno, uno que se entiende entre amigos con cierta complicidad. Lucy tomó la mano de Julio y lo llevó hacia el pasillo. La primera puerta a la derecha era la de la cocina, Julio miró a la pasada y vio decenas de imanes pegados al refrigerador, y luego una ventana hacia un patio interior y en el marco de la ventana, por fuera, un gato que lo miró fijo con ojos grandes y muy claros y que luego saltó la pandereta hacia la casa de al lado. El pasillo era oscuro y estrecho, Julio recordó que Lucy le había dicho que solo llevaban viviendo ahí un año, fueron de los primeros en cambiarse cuando terminaron de construir las casas, se sorprendió al ver que las paredes estaban húmedas y que después de tan poco tiempo, ya tenían pequeñas fisuras. Lucy en ese momento no pensaba en nada mas que en lo que estaban prontos a hacer, su casa la conocía de memoria y ahora toda su conciencia estaba enfrascada nerviosa en pensamientos dispersos sobre, como hacerlo, si estaría bien, si estaba segura, si llevaba ropa interior bonita, si había ordenado su pieza en la mañana, si…
Seguían tomados de la mano cuando Lucy abrió la puerta de su pieza, de la calle llegaban ruidos apagados de tráfico. Julio se sintió un poco mareado, hasta ahora no imaginaba que un lugar tan pequeño pudiera contener tantas cosas, las paredes cubiertas de afiches de películas y de grupos de música. La noche de Putzy Caballero decía uno de los afiches y otro tenía a los integrantes de un grupo de rock mirando a cámara, o en este caso a la pieza. Julio sintió que independiente del lugar en que estuvieras, los músicos parecían siempre mirarte a los ojos.
Al frente de la puerta, una ventana cuadrada con cortinas rojas afirmadas por listones metálicos. Bajo la ventana, una tele de alrededor de 30 pulgadas que rozaba con su pantalla los pies de la cama, la que estaba deshecha y repleta de ropa encima. Lo primero que hizo Lucy fue recoger esa ropa y decirle a Julio que se pusiera cómodo, ¡pero donde!, pensó Julio. Lucy lanzó el bulto de ropa adentró del closet y encendió la lámpara que estaba en el velador, la pieza se volvió azul. Julio miró la radio-reloj que estaba al lado de la lámpara, esta marcaba las 8:20 PM.
Luego un escritorio con revistas encima y a los costados del teclado de un computador encendido, ¿lo mantienes encendido? Preguntó Julio, lo dejo bajando música, respondió Lucy. Julio pensó en sentarse en la silla del escritorio, pero esta también tenía ropa encima, Lucy se dio cuenta y le dijo que dejara la ropa en el closet. ¿A que horas llegan tus papás? Preguntó Julio, no te preocupes de eso, respondió Lucy al tiempo que lo abrazaba y le daba un beso en el cuello, Julio se sintió incómodo, toda la escena tenía un ritmo extrañísimo y el sentía que hasta ahora no había podido controlar ninguna de las fases. Además Lucy era su compañera de curso y la tendría que ver al día siguiente y al día siguiente después de ese, y al…
Julio respondió con un beso dubitativo en la mejilla y luego algo cambió en él…o quizás el mismo forzó el cambió pensando que en algún punto tenía que decidirse, la besó en la boca y la tomó mas fuerte. Lucy pensó: por fin.
Se lanzaron a la cama y Julio le sacó la camisa en una combinación de indiferencia y calma, se extraño de no estar ansioso, sobretodo cuando el cuerpo de Lucy se asemejaba mucho mas al de una mujer que el suyo al de un hombre, pero el no tener muy claro en el fondo si esto era lo que quería, se sintió seguro de continuar. Aumentó paulatinamente la velocidad de sus movimientos y ahora era Lucy la nerviosa ante la destreza de Julio y se dejó hacer, apagó la luz azul del velador y terminó por sacarse toda la ropa.
Julio puso su mano izquierda entre los pechos de Lucy, luego en su estómago y sintió como ella tiritaba al momento de llegar a su sexo, la imagen de ambos era a la vez inocente y tierna; ninguno de los dos supo que hacer después, por lo menos Lucy sabía donde era…pero al intentarlo le dolía mucho, o no sentía nada. le dijo a Julio que tenía que estar un poco mas húmeda y él intentó seguir sus indicaciones, pero no lograba encontrar el lugar preciso, Lucy se rió y le dijo que no importaba, le dijo: mírame como lo hago, Julio se puso a un costado y Lucy se acarició, primero suave y luego mas rápido hasta que cerró lo ojos y dijo, ahora…Julio entonces se puso encima e intentó hasta derepente sentirse envuelto de manera cálida y a la vez áspera, Lucy sintió una combinación de placer y dolor, es rico dijo ella, Julio respondió moviéndose mas rápido y probando hacia los costados. Lucy sintió algo líquido saliendo de su interior, se detuvo para mirar, estaba inquieta pensando en si sangraría o no, pero no era nada, le dijo a Julio que siguiera. Ambos con tantas cosas en sus pequeñas cabecitas, olvidaron por completo el condón y al tiempo que Lucy acentuaba sus gemidos cortos e infantiles, Julio se sorprendió recordando imágenes de sus compañeros en los camarines del colegio mientras eyaculaba…







CAP 12


La sesión comenzó con Flavia tocando el arpa, sus dedos moviéndose en sincronía y rápido, pero con tal suavidad, que solo algunos sonidos salían del instrumento, pasaba por todas las cuerdas para lanzar solo una nota. Era su manera de estar en ritmo, como si tuviéramos varias teclas mudas en un piano que presionamos solo para mantener el movimiento y no perder el primer impulso. Flavia rozaba las cuerdas con sus manos pequeñas pero de dedos largos, las uñas apenas incluidas, pero acentuando ciertos timbres con su roce. Después de todas las sesiones en las que había tocado el Arpa, se podía decir que ya tenía cierta destreza y sintonía con ese instrumento de madera, sabía como lograr matices con solo mínimos cambios de posturas.
Gómez realmente la adoraba en estos momentos del día, sabía que de ella y su Arpa, saldrían siempre sonidos preciosos, pero esa empatía solo sucedía en esta habitación, porque del resto del día, con Flavia no se sabía nada, era como si estuviera en otro planeta, su autismo era crónico. Pero ahí, tenías que seguirla y Gómez se empeñaba en eso, mantenía su cabeza muy cerca de las teclas del piano y las tocaba suavecito pensando que mientras mas se acercara a ellas, podría escuchar mejor los resultados y finalmente, cuando encontrara la perfecta, se lanzaría a tocar mas fuerte. Pero lo que no sabía es que del piano, los sonidos no salen desde las teclas a tus oídos, sin que del golpe que provocan los diferentes martillos en sus respectivas cuerdas en la parte trasera, por lo que todos sus intentos, eran escuchados igual.
La profesora se encontraba en un rincón y miraba a los demás alumnos buscando sus instrumentos, nadie quería quedarse afuera con esta extraña máquina recién llegada, pero sabemos que los instrumentos no alcanzaban para todos, por lo que los relegados iban quedando cerca de los muros, resignados como audiencia.
Víctor tomó la trompeta y con su falta de sutileza característica, se lanzó a lo que fuera y su intervención fue un desastre, desarmó cada una de las partes que lentamente se habían logrado ensamblar. Eran las 8:10 y parecía que solo hubieran podido detenerse para arreglar el desorden que provocó Víctor. Pero aquí entró Flavia de nuevo, y su paciencia, su cercanía a las texturas y a ciertos timbres armónicos terminó por darle un giró inesperado a la organización grupal, envolviendo y puliendo a Víctor con la calidez del Arpa. Ella lo hacía de manera instintiva, automática, un acto reflejo escapando del caos, su mente olvidaría rápido esa intervención y en sesiones futuras las reinventaría una y otra vez, porque los efectos e impulsores de estos cambios, estaban en sus dedos, en su cuerpo, no en su cabeza.
Pero Gómez si lo entendió, o por lo menos creyó entender, sus manos se detuvieron un segundo comprobando que su intervención no aportaba ni restaba en lo mas mínimo, los instintos de Flavia y su precisión inconsciente, lo dejaron completamente al margen, entendió que no podría seguir solo con su instinto, tendría que rearmar y pensar para volver a integrarse, supo eso con tanta fuerza, que la sensación siguiente, fue una de miedo y angustia.
Aunque las reglas se perdieran dentro de esas seis paredes y si Víctor podía meterse libremente de la manera mas burda y grotesca, el también podía hacerlo, un asunto de prueba, error y de vez en cuando aciertos. Pero Gómez, enrollándose quizás mas de la cuenta, comenzó en ese momento a desarrollar un sentido de la sofisticación que hasta ahora solo había podido aplicar a medias con sus dibujos, sintió que a diferencia de sus compañeros, el de alguna manera tenía la posibilidad de elegir, y eso abría varias compuertas.
El miedo de Gómez se convirtió en ansiedad, después de mirar las 88 teclas disponibles, tocó con fuerza un acorde y para su sorpresa y placer, este fue perfecto, Flavia abrió por primera vez los ojos y lanzó una sonrisa a la que la faltaban varios dientes y Gómez no pudo sino sentirse increíble.
Pero luego volvió la ansiedad, no solo tenías que saber como entrar, sino mucho mas importante, saber como mantenerte y Gómez, anegado temporalmente por ese acierto, nuevamente entendió su diferencia con Flavia, lo que para ella fue instintivo, para él constituía mucho esfuerzo. Se detuvo, en una fracción de segundo llegó a la difícil conclusión de que no había que repetirse, sino que variar y transformar el contexto. Antes que se lanzara de nuevo, la profesora inesperadamente y sin saber que saldría de ahí, accionó el sintetizador, saliendo una estructura rítmica regular que envolvió a los demás instrumentos, atribuyéndoles un patrón reconocible y mas ordenado.
Sonidos entrecortados y secos, pureza expositiva que no necesariamente agradó a los niños en un primer momento, mas bien los desconcertó, pero los 45 minutos continuaban y ellos también. Pero su precisión y sofisticación electrónica, dejó a los demás instrumentos como un meros apoyos, los esfuerzos furiosos de los demás niños, parecían ahora estar controlados por partitura.
Gómez sintió un poco de rechazo ante la imponencia del sintetizador, demasiadas frecuencias con capas tan variables como difíciles de seguir. (El piano en su arrolladora simpleza formal, era el referente de Gómez, pero siguiendo la lógica evolutiva de su carácter, el sintetizador abría tantas compuertas como sus ganas de abarcarlas), así que después del rechazo inicial, entendió: para lograr una transformación debes sincronizarte con lo que te rodea y para poder sincronizarte necesitas encontrar patrones reconocibles que se mantengan en el tiempo, patrones sobre los que puedes improvisar sabiendo que se mantendrán constantes. Y así lo hizo, esperó el tercer tiempo de la escala de seis que emitía el sintetizador y accionó un sonido grave que sintonizó y potenció de inmediato las notas agudas que lanzaba Flavia desde el arpa. Las variaciones fueron miles, y diminutas resonancias se propagaron por la habitación, trasladando y deconstruyendo a los participantes con su movimiento.
Víctor ahora lanzaba frases rítmicas con la trompeta, sus dedos en el tubo de bronce, presionando las clavijas y activando la sección de aire, comprimiéndola y expandiéndola a través de la longitud del tubo, su cabeza enchufada al presente.
Finalmente, después de una larga contienda, el pequeño Johny se introdujo con la Armónica, sus manos y bocas intentándolo todo y como aquí había espacio para errores, los primeros tres minutos de su intervención ( tiempo valiosísimo) fueron un completo desastre, de a poco, muy de a poco fue integrándose a la estructura grupal y luego, su complemento fue decisivo, el sonido agudo y extraño fue el contrapunto a la mecánica regular y precisa del sintetizador, Johny le suprimía y recortaba cierta redundancia, precisándolo y dándole un carácter mas orgánico y cálido, llevándolo hacia un lugar mas sombrío y atmosférico.
Todo sucedió tan rápido que cuando Víctor, en un fraseo particularmente complejo, se golpeó contra una de las puntas del muro del fondo, nadie se dio cuenta. Fue la profesora quién vio sangre saliendo de la ceja de Víctor y fue a buscarlo, pensó en detener la sesión, pero las bajas eran algo que se podía controlar y ella se hizo cargo sin que nadie finalmente lo notara, solo el propio Víctor con cara de shock sentado en el piso, y con la trompeta en su mano izquierda.







CAP 13


La reproducción sexual, como sabemos, (a parte de los organismos hermafroditas) necesita de dos progenitores, cada uno contribuyendo al proceso, con una célula especializada o gameto, (óvulo o espermatozoide) los que se reúnen para formar el huevo fecundado.
El óvulo generalmente es inmóvil y grande. Con reserva de vitelo para suministrar elementos nutritivos al embrión, el cual evoluciona una vez que dicho huevo está fecundado. Por el contrario, los espermatozoos son pequeños y móviles, adaptados a una especie de natación que los conduce al óvulo mediante movimientos activos de su cola larga parecida a un látigo.
La mayor parte de los espermatozoos se pierden en el camino, pero algunos llegan a las entradas de las trompas de Falopio y nadan subiendo por ellas. Aunque la movilidad de los espermatozoos puede desempeñar un papel mínimo o nulo, en su transporte desde la vagina al oviducto, probablemente dicho movimiento tenga importancia en la penetración del huevo.
Si el óvulo es fecundado, generalmente esto ocurre en el tercio superior de la trompa de Falopio. Solo uno de los centenares de millones de espermatozoos depositados en cada eyaculación fecunda el huevo. Si esto ocurre, la primera segmentación del óvulo fecundado se produce 30 horas después de la inseminación y las siguientes mitosis ocurren cada diez horas aproximadamente. Cuando el huevo en desarrollo llega al útero, quizás tres a siete días después de la fecundación, es una apretada bola de 32 células llamada Mórula.

Lucy se levantó de la cama y comenzó a vestirse, Julio la miró de reojo y sintió, nuevamente en el día, un poco de pudor, era primera vez que estaba con una mujer así, digamos, sin mascaras de ningún tipo, por lo menos en lo que se refería al cuerpo. Todavía no tenía claro si el proceso anterior que parecía recién ahora finalizar, le había gustado o no, o si estuvo relativamente cerca de lo que esperaba.
Lucy que ya estaba lista, le preguntó si quería algo de la cocina -- bueno, dijo Julio, me muero de sed.
A pesar de que quería comportarse con normalidad, Lucy se sentía un poco mareada, no tenía claro que acababa de suceder, muchas cosas en una, resumidas en la palabra ¿desilusión?, por lo menos Julio fue la antítesis del bruto que varias veces escuchó por ahí o vio en la tele, pero, no se…¿quizás le falto un poco mas de iniciativa?. Por otra parte, ese cosquilleo leve y cambio de estado momentáneo que tuvo durante el acto, ¿fue un orgasmo o no?, mantuvo esa idea al momento de sacar dos vasos de la despensa.
Julio se mantenía en la cama, tenía frío y calor al mismo tiempo, (si algo así es posible). La cama era un refugio agradable, pero La radio-reloj emitía un monótono click, (que podía significar tanto el paso de los segundos como el ritmo inquietante y silencioso de su cabeza asimilando el exterior) buscó el control remoto de la tele, necesitaba un poco de evasión dentro de esa pieza que conocía por primera vez, hoy.
Sin querer, buscando el control en el velador, accionó una alarma compuesta de campanitas disonantes en la radio-reloj, provocando una especie de reacción en cadena; primero, en algún traspaso eléctrico extraño, reactivó la pantalla del computador y luego se escuchó un bocinazo fuertísimo y agudo de un auto que alcanzó a filtrar también, parte de sus luces desde la calle. Julio levantó las sábanas y miró su cuerpo sin ropa, su pene palpitaba levemente a medida que se encogía y retornaba a la posición normal.
Hey… porque no cortas la alarma!, dijo Lucy con un vaso en cada mano, Julio en silencio se tapó de nuevo y puso su mano en los botones sobresalientes de la radio-reloj, uno de esos finalmente provocó que la máquina se callara.
Ambos se miraron, y Lucy dijo: toma, no quedaba jugo así que traje agua - por mi esta bien, dijo Julio.
Lucy, sentándose en la silla del escritorio, se quedó mirando la pantalla del computador con fotos de paisajes mediterráneos, enormes y vastos, llenos de luz y del tipo de estética kitch o mas bien irreal, que usarían en una agencia de viajes para promover lo último en vacaciones soñadas. olvidó por un momento que hacía ahí y luego recordó que era para poner música, miró las posibilidades dentro de una carpeta y eligió una de sus canciones preferidas; de los parlantes, uno ubicado a los pies de la cama y otro en el escritorio al lado de una caja de cosméticos hecha de vidrios, salió un sonido infantil y feliz, le hubiera gustado que fuera el reflejo de cómo se sentía por dentro, por último del ambiente que había en ese momento en la pieza, pero el contraste fue demasiado notorio y la cortó.
Julio, (con su vista instalada en un afiche de una película que decía en letras rojas sobre fondo blanco: “Groenlandia otra vez”, y como encabezado: Sudamérica buscando paisajes nórdicos en una infartante comedia de terror) dijo: déjala, me gusta esa canción.
Espérate que pongo otra mejor, dijo Lucy con la vista clavada en la pantalla. Básicamente tenía dos cosas en mente: que canción podía dejar sin sentirse ingenua ni desanimada y como romper el hielo. Sin definir realmente ninguna de las dos, le preguntó a Julio: ¿Qué piensas?, miraba ese afiche, ese que dice Groenlandia..., me quede pegado en eso de, comedia de terror, no entiendo la frase. Yo creo que es una broma, dijo Lucy, o una exageración, le ponen de terror para generar…bueno en realidad tampoco se, pero el afiche me pareció bonito, de hecho todavía no he visto la película. Luego de un silencio, ambos rieron sin motivo aparente.
Lucy manteniendo la sonrisa dijo: yo pensaba en lo que acabamos de hacer, lo que duró, y que estuvo bien!, ¿no?...
No te burles de mi… dijo Julio, refregándose los ojos. Estaba algo nervioso, tu sabes, creo no haber cumplido del todo con el ideal que uno se imagina, pero…
Lucy viró levemente la sonrisa burlona a un estado comprensivo y tierno, dijo, ¡me gustó en serio!, aunque fue raro por momentos, me imagino que es un asunto de costumbre y de probar. Además te recuerdo que mis papás no llegan hasta mañana así que si quieres puedes quedarte a dormir y…
No se…dijo Julio.
Ya, está decidido, dijo Lucy acostándose en la cama con Julio.



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